La secundaria y la preparatoria fueron una pesadilla para mí. Una etapa de mi vida que quiero borrar de mi memoria. Por mi sobrepeso fui víctima de apodos y maltratos. Creo que ha sido la etapa en que más represión he sufrido, haciendo todo lo posible por ocultar mi incipiente homosexualidad en esos días.
Tuve la mala suerte de nacer en una ciudad pequeña y más aun de ser de las últimas generaciones en las cuales la homofobia estaba en su máximo esplendor. Sobra decir la envidia que tengo con las generaciones actuales, pues ser gay ya no es considerado algo tan terrible que los papas de uno hubeisen preferido que fuera asesino o ladrón.
Sin embargo, hace varios días me encontré con un excompañero de la preparatoria, yo no lo había reconocido, ni lo hubiese hecho de no ser porque se paró enfrente de mí y me saludó. Me saludó como si aquellos días de maltratos e insultos no hubiesen existido nunca.
Como si aquellos hechos generados por la incultura y la pubertad fueran totalmente justificados y quedadas en el olvido. Como si al saludarlo, le otorgase el perdón y lo hubiese redimido de sus malas acciones.
Heme aquí señor, tan pródigo y magnánimo pero sobre todo humilde, que lo he saludado.
Inmediatamente después vinieron las preguntas de siempre, ¿qué te has hecho? ¿Dónde vives? ¿En qué trabajas? Y cual es mi sorpresa que al tipo le ha ido... no tan bien como a mí. La gente piensa que por tener una plaza de gobierno tienes la vida resuelta. Ustedes mis queridos lectores saben mejor que nadie mis desventuras y trastabilladas.
Sin embargo yo no soy nadie para quitarle la ilusión a la gente, acerca de una plaza de gobierno. Así pues, permití que me contara un poquito de su vida, su hijo y para finalizar, la frase que caracteriza a muchos mexicanos "pero que le vamos a hacer" "hay que seguirle, no queda de otra".
"Desde luego", respondí. Después de despedirnos, caminé lentamente sin poder quitarme una sonrisa boba de mi expresión.
Tuve la mala suerte de nacer en una ciudad pequeña y más aun de ser de las últimas generaciones en las cuales la homofobia estaba en su máximo esplendor. Sobra decir la envidia que tengo con las generaciones actuales, pues ser gay ya no es considerado algo tan terrible que los papas de uno hubeisen preferido que fuera asesino o ladrón.
Sin embargo, hace varios días me encontré con un excompañero de la preparatoria, yo no lo había reconocido, ni lo hubiese hecho de no ser porque se paró enfrente de mí y me saludó. Me saludó como si aquellos días de maltratos e insultos no hubiesen existido nunca.
Como si aquellos hechos generados por la incultura y la pubertad fueran totalmente justificados y quedadas en el olvido. Como si al saludarlo, le otorgase el perdón y lo hubiese redimido de sus malas acciones.
Heme aquí señor, tan pródigo y magnánimo pero sobre todo humilde, que lo he saludado.
Inmediatamente después vinieron las preguntas de siempre, ¿qué te has hecho? ¿Dónde vives? ¿En qué trabajas? Y cual es mi sorpresa que al tipo le ha ido... no tan bien como a mí. La gente piensa que por tener una plaza de gobierno tienes la vida resuelta. Ustedes mis queridos lectores saben mejor que nadie mis desventuras y trastabilladas.
Sin embargo yo no soy nadie para quitarle la ilusión a la gente, acerca de una plaza de gobierno. Así pues, permití que me contara un poquito de su vida, su hijo y para finalizar, la frase que caracteriza a muchos mexicanos "pero que le vamos a hacer" "hay que seguirle, no queda de otra".
"Desde luego", respondí. Después de despedirnos, caminé lentamente sin poder quitarme una sonrisa boba de mi expresión.