lunes, 5 de junio de 2006

Ayer Abril

Parece que fue ayer cuando me quejaba de abril y sus vibras, ahora inicia junio, feliz, apacible, sus lluvias refrescanes. No me gusta la lluvia como tal, pero el chipi-chipi que le llaman, cuando solo chispea levemente, o pringando como dicen en mi tierra (de pringar), es excelente para mi, me encanta caminar así, estar en contacto directo con los elementos.

Aquellos que me conocen de hace mucho tiempo saben que mi lado oscuro es la melancolía, me encanta ese sentimiento de tristeza y no tristeza, de bohemia y dramatismo. La tragedia melancolica. Desde hace algunos años lo he dejado de lado, tanta melancolía termina a uno por volverlo gris. Es por eso que me he vuelto ocurrente (bueno, eso creo), pero no hay persona mas ocurrente que Keita, bueno la pelea está dura entre Keita y Suldyn, pero si a esas vamos, la unión Calohtari es aplastante.

Junio y noviembre son mis meses favoritos para la melancolía, el placer de un café mientras ver llover por la ventana. Quizás esto ya sea cuadrado y clichado, pero el placer sigue. Y que mejor que complementar esto que viajar. Dentro de quince dias viajaré a Poza Rica, Ver. para ver a la familia. Conozco a muchas personas que les gusta viajar, pero en mi opinión sólo les gusta a medias. Me encanta mucho disfrutar el lugar a donde voy, pero también disfruto al máximo la travesía.

Ese sentido romántico de viajar, de atravesar lugares, de ir a la aventura, no en pos de un lugar desconocido, sino en pos de llegar bien. Aun recuerdo cuando de niño viajaba con mi abuela en ADO, eran unos autobuses boludos de la parte de atras, los cristales de las ventanillas eran verdes y el olor a diesel quemado era inconfundible, su ronroneo de motor despertaba ese sentido de ir a lo inesperado.

Era toda una aventura. Viajar por carreteras en mal estado, cruzar riachuelos, atravesar ríos en chalán. Aun recuerdo cuando en epoca de lluvias el autobus se atascaba en el lodo de la inhóspita carretera, todos los hombres ayudaban a empujar sin excepción, mientras las mujeres aprovechaban para sacar los sandwiches y los jugos que habían traido consigo.

En estos casos a muchos les hubiera molestado el retraso, pero no a mi. El sentido de la aventura, estar en un lugar inhabitado era de lo mas emocionante. Quizás si hubiera tenido que empujar el autobus no hubiera pensado lo mismo.

Cuando el autobús hacía escalas en varios pueblos, inmediatamente se acercaban los lugareños a vender comida y bebida. A mi abuela le fascinaba comprar de todo, y la verdad es que no se si sería el hambre del viaje o quizás no recuerdo bien, pero todo lo que probaba era exquisito. El sazón único de todas las regiones probado en un solo día.

Cuando fuí a Hamburgo, no se porque descuidé ese aspecto del viaje. Quizás me dejé llevar por los consejos de los demas, que eran lógicos, ahorrar en el boleto de avión lo más que puedas para poder gastar después.

Si tengo la oportunidad de volver a ir a Europa, lo haré en primera clase. Disfrutaré del ritual de hacer las maletas. Llegar al aeropuerto, estar en el counter esperando abordar, viendo a los demás pasajeros, sus rostros reflejan muchas emociones, nerviosismo, apuración, frustración, enojo, alegría, pero todos unidos por una sola cosa, la sensación de lo incierto, de la incertidumbre que toda travesía tiene. El sentido romántico y meláncolico de viajar.

2 comentarios:

Alos dijo...

Es muy raro q a algunos de nosotros nos encanten los días nublados... por que será?

Raven Lausleahleahhann dijo...

A algunos? Yo diría que a muchos! Has cuentas, somo por lo menos 7 u 8 en la comunidad bloggera a los que nos gustan los dias nublados!