I.
Uno se hace hombre el día que se va a vivir solo. Desde 1999 la vida ha incrementado sus embates contra mí. Ola, tras ola, incesante como el mar y cada vez más fuerte. El precio de seguir existiendo se ha vuelto cada vez más elevado. Sin embargo nunca será un precio demasiado alto para pagar. No importa que la magnitud egoísta de esta última frase, pase totalmente inadvertida.
Creo que jamás en mi vida había escrito un párrafo tan completo, tan sencillo, tan excelso en su sencillez, pero intrínsecamente complejo, que podría llevar de un extremo al otro al lector en un tris. Sin embargo, querido lector, no estoy dispuesto a desglosarlo, ni a exponer argumentos del por que de la complejidad.
Han pasado 15 días desde que la locura de abril supuestamente terminó, pero en realidad aun no cesa. Me consterna sobre manera la sensación que provoca en mí. No tendría por qué recordarte querido lector, que abril es el mes que más odio y que es fatal. Y que ahora su esencia desborda, infectando a mayo.
Alguien va a morir. ¿Por qué he sido castigado con esta premonición? No lo sé.
Difícil es explicarlo, porque desde luego personas mueren cada día, a cada instante. Sin importancia alguna. Puesto que solo es relevante cuando nos afecta a nosotros. ¡Egoísmo puro, ni más ni menos!
Claro, en el horizonte lejano, raudo y veloz se atisba el comentario defensivo que en la mente de los lectores se genera: "es parte del ciclo, es natural". ¡Ja! ¡¿Me oyen?! ¡Ja, os digo! Puesto que solo conozco una persona a quien realmente le asusta su propia muerte. Y no es ninguno de ustedes. (Y tampoco soy yo, ni diré quién es).
II.
Simplemente lo que más asusta,
es precisamente la muerte de los otros.
Los otros, cercanos a nosotros.
III.
No hay un tres.