Puedo escribir los versos más tristes esta noche...
Así empezaba el poema, sentado en mi mullido sillon, hacía tiempo para salir al bar. Tenía una cita.
No pude esperar más y me dirigí por las calles solitarias de la ciudad, iluminadas por esa luz naranja del alumbrado público que parece decirte: Hola, ha pasado mucho tiempo.
En verdad que sí había pasado mucho tiempo desde mi ultima salida nocturna, y una cita desde luego era lo ultimo en que pensaría como pretexto para salir de noche.
Ya en el bar, le pedí al mesero un brandy. Era un bar tranquilo, una especie de club para los que buscan el amor, para los que aunque estan solos disfrutan de elllos mismos, de la lectura de un libro o de un buen cigarro.
Puse mi sombrero y mi gabardina en un percherito, de esos que te ponen al lado de tu mesa. El mesero trajo mi brandy y me dispuse a pasar un buen rato escuchando a Bob Acri, aun si mi cita no se presentaba el show bien valía la pena.
Ensimismado en mis pensamientos viendo como se consumia el cigarrillo en mi mano derecha, con la mirada ausente, una voz angelical hizo que volteara instintivamente y ahí estaba, con sus ojos de color claro, simplemente encantadores.
-Hola, disculpa el retraso.
-No hay nada que disculpar -me levante cortesmente y le dirigí una sonrisa, la mas tierna y esperanzadora de que esta nohce sería única. Aunque habíamos hablado algunas pocas veces antes, era la primea vez que nos veiamos en persona. Y Yo tan timido que soy, no podía dejar de ver su sonrisa como bobo.
-¿Qué tanto me ves?
-Solo tu sonrisa. No debería extrañarte, apuesto a que mucha gente se te queda viendo.
-Sí, pero la única mirada que me importa es la tuya.
Me sonrojé, desvié la mirada. ¿Cómo sostenerla ante tal piropo?
-Yo... no se que decir.
-No digas nada, solo escucha la música.
Las notas danzaban en el aire, el humo del cigarro flotaba y se mezclaba con mi perfume, extraña mezcla de melancolía y miel, con un dejo de antaño, de lo que pudo ser y nunca fue.
-Tu perfume... huele rico, es raro encontrar a un hombre que aun use perfume.
-Supongo que soy de viejas costumbres -mientras veía en direción a mí sombrero-
Soltó una risilla, ¿de burla? ¿De gracia? La sonrisa de la Monalisa hubiera sido más fácil de descifrar.
Apuré mi copa mientras que el mesero traía otra ronda.
-Espero que te guste el brandy, este en particular es dulce... como tu.
-Por favor, ambos sabemos que tu eres la miel aquí, yo solo soy la abeja que revolotea a tu alrededor.
No podía dejar de ver sus ojos enigmáticos, algunas veces claros, otras oscuros, un tanto verdes, un tanto avellana, ¿qué era lo que tenía que siempre eran diferentes? Al igual que su sonrisa, siempre cambiante pero nunca dejaba de ser encantadora.
-Así que tratame bien o te picaré -una sonrisa más, inocente...
-Creo que es demasiado tarde, ya me siento afectado por tu veneno.
Me atreví a tomarle la mano y sentir la tibieza de su piel, que no era blanca, pero tampoco oscura, solo tersa.
-Eres muy tierno, ¿lo sabes?
-Lo sé -contesté, no con aire de presunción sino con la más pura honestidad de la que soy capaz.
Supongo que aun soy de esos tipos que no les gusta acelerar las cosas y que todo tiene que suceder conforme vaya avanzando la situación, ni antes ni después.
Por primera vez en toda la noche se me quedó viendo con ojos tímidos pero curiosos, entreabriendo sus labios, se inclnó hacia adelante. No podía crerlo quería besarme...
Me acerqué lentamente encontrando por insitinto sus deglados labios que se sellaron a los míos en un suave movimiento en el que pude sentir la esencia de su ser. En el que mi corazón revoloteó y mi respiración trató de reponer el aliento que había arrancado de mis entrañas.
Por un fugaz momento todo desapareció, solo estabamos nosotros y al separarnos sentí como si hubiera caído de algún lugar muy alto.
-Estás de suerte, nunca beso a nadie en la primera cita.
-En estos momentos soy el ser más afortunado del planeta por tener a alguien como tu -miré hacia el suelo, todo sonrojado.
-¿Bailamos?
-Sí claro -respondí.
La melodía no podía ser más hermosa y sentir su cuerpo junto al mío, moviéndonos tan lentamente que parecía que flotábamos entre las nubes y yo prendado de un ángel hermoso.
-¿Como se llama esa melodía?
-Sleep away, de Bob Acri.
-Esa será nuestra melodía.
La velada transcurrió entre risas y miradas furtivas, con la melodía suave y el encanto de las luces tenues.
No hay más que decir.