Bueno, pues esta fue una semana un poco rara, he descubierto porque he tenido tanto sueño ultimamente independientemente de una que otra desvelada. También he decidido dejar la coca cola y el pan/tortillas/papas, pero me quedaré con el chin pum.
Sin embargo, este día me invitaron a comer al Fogao du Brasil que está en la carretera México-Toluca. Me la pasé muy ameno con unos amigos que tenía tiempo que no salía con ellos, fue una grata e inesperada sorpresa esta invitación.
La comida transcurrió fluidamente, como tenían demasiada gente los cortes de carne llegaban espaciados, lo que permitía no comer rápido y disfrutarlos. Pero fue hasta la hora del postre cuando una simple comida tomo dimensiones fuera de lo normal.
En este tipo de restaurantes, el postre típico es un plátano empanizado bañado con leche condensada azucarada, o sea La Lechera, como comunmente se le conoce aquí en México. Es un postre sencillo, pero muy sabroso y una forma muy apropiada de terminar un festín de carnes.
Lo malo es que hubo un momento en que todo el mundo quería un plátano y en la barra donde usualmente los ponen para que cada quien se sirva los que quiera se hizo una fila esperando por dicho platillo. ¿Pueden creerlo? ¡Fila para el postre!
Así pues, para mi mala fortuna si alcancé plátanos, pero eran los últimos dos. Siempre acostumbro comerme dos cuando voy a este tipo de restaurantes, es como que mi medida personal. Por lo que ya se imaginarán las miradas que obtuve de la demás gente de la fila.
Al llegar a la mesa, no se por qué, pero todos se me quedaron viendo y preguntaron ¿Todavía hay plátanos? Mi rotundo no, también me causó miradas.... Creo que la vida ha encontrado una nueva forma de maltratarme.
Lo más curioso es que uno de los meseros al ver la situación, se ofreció amablemente a conseguir más plátanos. Y fue justo en ese momento donde se creó el Mercado Negro de los Plátanos. Ahí estabamos sentados, esperando por plátanos que nunca llegaron.
Tuvimos que preguntar a otro mesero si podía conseguirnos plátanos, se nos quedó viendo con una cara de"híjole, está difícil pero veré que es lo que puedo hacer por ustedes". Nada más faltaba que nos dijera que por una corta lana podría conseguirnos una versión pirata china.
Afortunadamente, nuestra mesa estaba situada justo enfrente de la puerta de acceso de la cocina, por lo que pudimos ver cuando una señorita salió con un cargamento del preciado postre. Raudos y veloces, los hijos de mi amiga fueron a formarse y esta vez si obtuvieron sus plátanos.
Una taza de café después, decidimos irnos de ahí y escapar del bajo mundo de los plátanos.
7 comentarios:
Todo lo dicho en este post es cierto... excepto la parte del segundo mesero. Que fue un producto de mi imaginación.
La próxima vez que vayan a un restaurante de esos, mencionen mi nombre, "Me mandó Lomax, que tu puedes conseguir plátanos..."
jojojjo pense que se habian ido con la charola!
jojojojoojoo
Jajajaja... muy buen post, maestro Lomax. Mercado negro de plátanos, quién lo diría :p
(Pero me dieron ganas de ir al restaurant ése... dónde dices que queda?)
Platanitos!
Yo los he comido y no mames que riquisimos estan los cabrones.
¿Te sentiste raro de las miradas de recriminación? Bueno, pues yo saco dos conclusiones:
1.- En México aún se te quedan viendo feo porque te ATASQUES de plátanos. . . poco criterio supongo.
2.- Lo raro es que ahora fuera porque TODOS QUERÍAN. Juro que eso de la "hora de las joterías" era sólo algo ficticio que inventé. . . nunca pensé que se contagiaría tan rápido.
A mi se me antojó el postre!! a quién dices que tengo que contactar? :P
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