En la debacle de las opciones, uno pierde tiempo como si fuera la vida misma la que transcurriera mientras uno filosofa, pues como dicen por ahí, la vida es lo que pasa mientras haces planes. Planes para ser felices, siempre es lo que se más desea, ser feliz a toda costa. En verdad que se te puede ir la vida misma queriendo ser feliz sin darte cuenta que la dejas de lado y es la búsqueda misma lo que la remplaza.
Lo peor es cuando ya la tienes y quieres que todo siga igual, pero todo cambia. Se consume para poder ser y existir, pues la vida misma no es estática. Excepto yo, sentado frente a la computadora procurando moverme lo menos posible para seguir siendo feliz en la locura de la monotonía y de la soledad. Aunque todo gire a mi alrededor y me provoque nauseas.
Sin escapatoria alguna les digo que no se puede ser feliz para siempre, todo es finito, tan finito que la única certidumbre es esa, el principio y el fin. El alfa y el omega, pues la divinidad misma tiene esa cualidad. Porque una vez que entendemos que el principio y el fin es lo mismo se vuelve una banda de Möbius; el gato esta vivo y muerto al mismo tiempo.
Porque caminamos con la resignación de no poder ser felices, pero somos al mismo tiempo la suma de nuestros esfuerzos por vivir, dando como resultado la cabalidad de las acciones involuntarias que rebotan en nuestra cara como si fuera una burla kármica. Quién inventó ese concepto debe -bajo la ley de Murphy- estar revolcándose en su tumba. Siendo la ironía la cuchara de madera con la cual se revuelve la ensalada César de la sociedad.
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